escrito por Eli Bartra
Lucero nace en la Ciudad de México en 1947, una década después de la muerte de Baquedano, en el seno de una familia de clase media alta; su madre es ama de casa y su padre fue médico epidemiólogo. Tuvo un hijo y una hija, pero cuando empieza a dedicarse a la fotografía profesionalmente en 1987, ellos ya son adolescentes. Estudió sociología y es feminista desde principios de la década de 1970.
Una de las especialidades de Lucero es el retrato, aunque a diferencia de Natalia Baquedano, ella fotografía sobre todo a las mujeres famosas, a las mujeres que destacan en algo dentro del mundo de la cultura mexicana. También hace retratos de hombres, pero en mucha menor proporción. Esta veta empezó a explorarla a finales de la década pasada por su trabajo dentro del fotoperiodismo. Pero, creo que la inclinación hacia los retratos de creadoras tiene que ver también con su feminismo: quiere mostrar la existencia con rostros y nombres, de mujeres que tienen una participación importante dentro de la cultura del país. Es un dejar constancia del quehacer de las mujeres, para hoy y tal vez de cara al futuro. Para cuando de esas personas sólo quede lo que hicieron y sus rostros, congelados para siempre por la lente de Lucero.
En sus retratos de mujeres L. González pesca de cada una de las fotografiadas un rasgo particularmente distintivo de su personalidad. Para ello muy a menudo utiliza objetos o animales que integran el contexto fotográfico en el cual su "personaje" vive. Estos objetos pueden ser una manzana, unos huesos de fémur, una calavera, cigarrillos, encendedor, algún trapo... (FOTO ) Es curiosa la ligera semejanza en esto con las fotografías de Baquedano quien también incorpora objetos que imprimen dinamismo a la foto. La mujer que muerde la manzana, Ethel Krauze, es captada en un gesto muy espontáneo y algo seductor incluso.
Sus retratos frecuentemente no son propiamente poses, aunque lo parezcan; en general, las personas no posan para ella, simplemente están ahí y ella saca los retratos; evidentemente que se percatan de su presencia con la cámara, pero si puede usar la sorpresa lo hace. Se trata de un elemento muy importante para ella. En realidad sus retratos son de dos tipos: los que ella toma con el elemento sorpresa y aunque la persona está consciente de que le van a tomar una foto, no posa, incluso a veces está enfrascada haciendo algo, (como el retrato de Ethel Krauze) y otros en donde ella dirige a la persona fotografiada, le dice que se mueva, que agarre un objeto. Por ejemplo, dentro de esta línea tiene un tipo de retrato como el que hizo de Graciela Iturbide que es muy pensado, es construido, y es de lo más sofisticado. (Foto ?). La retrató como un alma del purgatorio: tiene los ojos cerrados y lleva sobre el pecho un cartón, en un primer plano, con unas llamas pintadas; además, incorporó unas manitas de porcelana que pertenecen a una colección de Graciela. Quizá el hecho de que Graciela Iturbide sea fotógrafa obligó a Lucero a sacar una foto más pensada, la forzó a construir algo en lugar de dejarlo al azar. Supongo que debe haber representado un fuerte reto fotografiar a una buena fotógrafa.
A Lucero le resulta más fácil fotografiar a las mujeres porque establece una relación mucho más directa con ellas que con los varones. Se siente más cómoda porque tiene más permisibilidad; al parecer, con las mujeres no tiene ninguna autocensura. Cuando las hace posar les puede decir que bajen el hombro, que se pongan de determinada manera. Con los hombres guarda una distancia porque no quiere que piensen que los está seduciendo o conquistando.
Utiliza una cámara Niko FM manual y tres lentes, un gran angular, uno normal y un telefoto. Nunca usa flash. Forza la película si es necesario, por eso algunas fotos tienen el grano reventado. Prefiere usar un asa 400 cuando hay poca luz. O sea que utiliza la técnica, pero con los menos artificios posibles. Sus retratos no son de estudio sino que para la mayoría usa luz natural y en alguna ocasión, luz de foco. De ahí que en sus fotos haya casi siempre un alto contraste. Le gusta tener el control sobre la cámara, por eso la usa manual y no automática. Eso le da la posibilidad de obtener el ambiente y la textura que ella quiere. Para sus retratos de creadoras utiliza película blanco y negro. Sin embargo, cuando va de viaje y fotografía la otredad, las mujeres de la costa del Pacífico, por ejemplo, entonces usa película de color. Como que quiere capturar esas realidades ajenas tal cual son, con todo su colorido. Es quizá la forma que ella elige para conocer y comunicar mejor el ambiente de otros lugares y la identidad de otras personas diferentes a ella; distintas a las de su misma ciudad y de su medio.
En sus retratos, el fondo es totalmente circunstancial. A ella le gustan las expresiones del rostro, sobre todo la mirada y la boca. Las manos también son muy importantes. El rostro representa la ventana para conocer a una persona. Lo demás son adornos. Frecuentemente no hay fondo y cuando lo hay es porque la persona fotografiada tal vez no le interesó lo suficiente. O incluso porque con el rostro y las manos solas no podía mostrar la personalidad de la persona como ella quiere.
Para Lucero el retrato es una forma de conocer mejor a las personas a quienes fotografía que, además, en general es gente que le gusta. Al dar a conocer su propio trabajo es una manera de mostrar quién es ella; a través del retrato de otras personas se muestra a sí misma.
Su tendencia es a sacar retratos solamente del rostro, planos medios, a diferencia de Baquedano que prefiere el retrato de cuerpo entero, planos generales. Es quizá por ello que las fotos de Lucero son, en general, muy poderosas. Esa es su principal característica, la fuerza. Lucero González ha logrado en poco tiempo ir "domando" a la lente a la medida de sus deseos. Y es posible decir que quiere mostrar, y pienso que lo logra, la fuerza y la dignidad de las mujeres.
En la (FOTO ) vemos el retrato de la pintora inglesa-mexicana Leonora Carrington, en el que se acentúa su fuerza, su energía un tanto felina con la integración en la foto de un gato. Leonora y gato mirando fijamente a la cámara, desafiándola. Dos almas gemelas fuertemente hermanadas por la acción de la lente que conforman una unidad. Esta fotografía podría titularse Leonora-gato.
Otra vertiente de la retratística de Lucero es la fotografía de desnudo y dentro de ella, del desnudo masculino. Es, creo, una manifestación más de su rebeldía contra los límites que todavía impone, aunque sutilmente, la moral dominante con respecto a lo que deben o no deben hacer las mujeres "de verdad". Es aún hoy en día a fines de milenio una irreverencia que una fotógrafa haga desnudos masculinos. Hay muy pocos en la historia de la fotografía de las mujeres. Recordemos, sin embargo, el hermoso desnudo masculino de Imogen Cunningham.
No hay duda de que Lucero tiene una absoluta predilección por fotografiar mujeres. Le gusta más el cuerpo de las mujeres que el cuerpo de los hombres, le parece que tiene más posibilidades porque los hombres son muy tiesos. Para hacer desnudo masculino necesita que sea una persona muy cercana, por eso su primer "modelo" fue su compañero y otro es su hijo. Con las mujeres tiene mucha más soltura, se le da una comunicación más directa, puede entender mejor su estado de ánimo, su momento.
Aunque se ha "especializado" en fotografiar a mujeres creadoras dice que en realidad le da lo mismo hacer el retrato de una mujer conocida, y hasta famosa, que hacer el retrato de una mujer del pueblo, de una mujer "común y corriente". En su búsqueda de conocimiento de una persona a través de la fotografía, ella hace el mismo trabajo. Trata de percibir, de sentir y de intuir quién es la persona que tiene enfrente de la misma manera, trátese de la escritora Angeles Mastreta o de Gilberta, una mujer de la costa.
Lucero está hoy explorando una forma distinta de retrato, lo que para ella son retratos construidos. Por ejemplo, tiene una serie que representa a la diosa nauatl Xochiquetzal (flor emplumada), que ella ve como una Venus, como la diosa del amor, de la sensualidad, por eso la fotografía semidesnuda. Y aquí sí toma en consideración el fondo. Construye también el contexto, con corazones, con los muros de las ruinas de Xochicalco, con sangre... información que le ayuda a decir lo que quiere decir sobre estos retratos construidos de personajes mitológicos.
Tiene también una serie de niñas y adolescentes de las costas de Oaxaca y Guerrero. La mayoría son vendedoras de panes, de fruta, de tomates y de muchas otras cosas. Todas son fotografías a color y se diferencían de las de mujeres creadoras, además, porque éstas cuentan todas con un contexto muy subrayado y muy importante. Aquí los fondos tienen tanta importancia como los rostros y las manos.
Hay un paralelo interesante entre la fotografía de Natalia Baquedano y la de Lucero González y es el hecho de que ambas se inclinaron fuertemente por fotografiar a las mujeres. Ambas, de manera consciente o inconsciente, nos entregan una imagen de la mujer como persona íntegra. De distintas maneras, Baquedano al mostrar la acción, el dinamismo e incluso al insinuar la mutilación de la mujer por la maternidad en la foto. Lucero González al fotografiar con fuerza y determinación a las mujeres creadoras de México.